La familia Hadhad es una familia damascena de larga tradición y de ella han salido jueces, ingenieros y médicos durante generaciones. Pero por lo que son más conocidos es por el chocolate, un legado que Isam, padre de Tareq, construyó en 1986. Ese año, Isam decidió dejar la ingeniería mecánica y empezar a fabricar chocolate, a pesar de que entonces sólo había unas pocas empresas conocidas en Oriente Medio en ese campo.

En una entrevista con Noticias ONU, Tareq dijo que su padre quería dedicarse a un campo “que hiciera feliz a la gente de su alrededor”, ya que la frustración reinaba entre la juventud del país tras los sucesos de 1982, cuando el régimen de Assad cometió la masacre de Hama.

La empresa que Isam fundó “desde cero” creció y, en algún momento, llegó a emplear a cientos de personas. En 2008 empezó a exportar a varios países de Oriente Próximo y Europa. Tareq dijo que su padre aspiraba a “llevar el mensaje de los sirios a todo el mundo” a través de un producto universal que todo el mundo conociera y amara.

El objetivo de la empresa no era sólo aumentar las ventas, sino también embarcarse en varios proyectos de desarrollo y ayuda en Siria. Tareq contó: “Mi padre creía que, si tienes éxito en tu vida, tienes la responsabilidad de llevar a otros al éxito”.

“No somos víctimas”

Antes de 2013, toda la familia, compuesta por más de 60 personas, vivía en un edificio al sur de la zona de Al Midan, en el viejo Damasco. “Tenía todos nuestros recuerdos”, recuerda Tareq.

La familia se mantuvo firme durante dos años tras el estallido de la guerra en Siria, a pesar de las tragedias que vivieron. “Perdí a muchos miembros de mi familia”, explicó Tareq. “El marido de mi hermana fue detenido, torturado y luego asesinado en prisión. Muchos de mis primos desaparecieron, de algunos aún no sabemos nada, y otros fueron ejecutados sumariamente”.

La fábrica de la familia fue blanco de un ataque aéreo en 2012, pero aun así no estaba dispuesta a abandonar la ciudad que llevaban en la sangre. Al año siguiente, mientras Tareq y su hermano caminaban por una calle del centro de Damasco, un misil cayó cerca.

“En medio de la polvareda, pensé que mi hermano había muerto”, relata Tareq sobre la angustiosa experiencia. “Lo recogí y corrí a casa. Cuando llegué, le dije a la familia: No es el momento de montar un negocio o estudiar, es el momento de sobrevivir”.

Y eso es exactamente lo que hicieron. La familia tomó la insoportable decisión de buscar refugio en el Líbano, dejándolo todo atrás. Al año siguiente, se enteraron de que las fuerzas del régimen habían “saqueado sus casas, las habían quemado y bombardeado para encubrir el crimen”.

“Hay muchos sirios que han perdido mucho más que nosotros”, afirma Tareq. “No somos víctimas. Somos vencedores independientemente del resultado, porque fuimos capaces de sobrevivir a la guerra con vida y empezar nuestras vidas de nuevo”.

Isam Hadhad hace chocolate en la fábrica.

Una carga que trascendió fronteras

La familia se inscribió en la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y se trasladó muchas veces por el Líbano, hasta que se establecieron en la ciudad de Sidón. Tareq dijo que los libaneses eran muy hospitalarios con los sirios, pero como no se habían firmado acuerdos oficiales al respecto, no podían trabajar, alquilar casas ni ir a la escuela.

“El Líbano, un país de entre cuatro y cinco millones de habitantes en aquel momento, recibió a más de un millón o millón y medio de refugiados sirios en muy poco tiempo”, explicó. “Eso equivale a entre 10 y 15 millones de refugiados estadounidenses entrando en Canadá en uno o dos años. Por supuesto, el país no podría soportar esa carga. Pero el Líbano absorbió esa carga durante 13 años. La carga de la guerra no fue sólo para Siria y el pueblo sirio, sino para los pueblos de toda la región, incluidos los jordanos, libaneses, turcos e iraquíes”.

Sin embargo, Tareq subrayó que la familia estaba decidida, “en cada etapa de nuestra historia de refugiados, a demostrar al mundo que podemos dar a la comunidad de acogida y no recibir”.

Pasó la mayor parte de sus días en el Líbano como voluntario en varias organizaciones de ayuda, entre ellas la Organización Mundial de la Salud (OMS) y ACNUR, aportando su experiencia en atención sanitaria tanto a los refugiados sirios como a sus anfitriones libaneses, tras haber llegado a la fase final de sus estudios de medicina antes de abandonar Siria.

“El Líbano es un país muy querido por los sirios. Hay muchos lazos comunes entre sirios y libaneses. Nos unen la geografía, la historia, el patrimonio, los valores, la autenticidad, la creatividad, la resistencia y la esperanza. Así que, para mí, este asunto era muy personal”.

 Fuimos capaces de sobrevivir a la guerra con vida y empezar nuestras vidas de nuevo

Cambio de circunstancias

El objetivo de la familia era regresar a Siria, pero cuando eso pareció un sueño lejano y crecieron sus temores por el futuro de los niños pequeños, que habían perdido años de educación, empezaron a solicitar el reasentamiento en otros países.

“En 2015, nos entrevistamos con un gran número de embajadas de todo el mundo, pero ni una sola quiso aceptarnos. Había millones de sirios buscando reasentamiento. Pero a finales de ese año, las cosas cambiaron. El nuevo gobierno canadiense se había comprometido a acoger a unos 25.000 refugiados sirios, y mi familia era una de ellas”, explica Tareq.

Las Naciones Unidas fueron el punto de inflexión en la historia de la familia Hadhad. Si ACNUR no los hubiera identificado como refugiados, ni siquiera habrían podido solicitar el reasentamiento en Canadá. La embajada canadiense también realiza comprobaciones cruzadas a través de esa agencia, y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) desempeñó un papel clave en su proceso de reasentamiento.

Pero el mayor mérito es de la propia comunidad canadiense. El trágico ahogamiento de Alan Kurdi y su familia en el verano de 2015 cuando intentaban llegar a Europa se había extendido por todo el planeta; la causa de los refugiados sirios se convirtió en un tema de interés público mundial.

La familia Hadhad celebra el 1 de julio, Día de Canadá.

Antigonish acoge a la familia Hadhad

“La comunidad de Antigonish es pionera en su ADN, y cuando vieron que podían marcar la diferencia, iniciaron el proceso de registro de una organización llamada SAFE (Syrian Antigonish Families Embrace)”, explica Tareq.

Los líderes comunitarios de la ciudad, que cuenta con una población de unos 5000 residentes y 5000 estudiantes en la Universidad San Francisco Xavier, recaudaron dinero suficiente para acoger a una familia siria que coincidía con la de los Hadhad, y entonces los apadrinaron sin saber sus nombres, su aspecto o incluso su procedencia.

“No sé cómo personas que están a casi 8000 km de Siria o Líbano pueden preocuparse tanto por nuestra capacidad de reiniciar nuestras vidas y de ver a mis hermanos y a los hijos de mi hermana Alaa ir a la escuela. No esperaba que hubiera seres humanos entre nosotros en este planeta con tanto espíritu de entrega, porque vivimos guerras y vimos cómo la gente se mata entre sí. Vine a Antigonish por ellos, porque creían que yo, como persona, tenía el mismo valor, la misma dignidad, el mismo respeto, los mismos derechos y las mismas libertades que se aplican a cualquiera aquí, en Canadá”.

Tareq dijo que este acto le dejó una enorme huella e impulsó a la familia a hacer todo lo que estuviera en su mano para devolver algo a la comunidad canadiense “que creyó en nosotros y en nuestra humanidad y trató de apoyarnos en todos los sentidos”.

“Esta comunidad nos devolvió la fe en la humanidad. Independientemente del color de tu piel, de tu religión o de dónde hayas nacido, tienes derecho a ser un ser humano. Y francamente, fue la comunidad de Antigonish la que nos dio la idea de paz con su amabilidad y generosidad, que coinciden con nuestros valores”.

El cobertizo original de la fábrica fue construido por miembros de la comunidad y estaba situado en la propiedad de la familia, junto a su casa.

“Paz con chocolate”

Para demostrar que nada es imposible con esperanza, la familia vinculó sus sueños a las lagunas laborales que existían en la comunidad. Volvieron para construir en la industria chocolatera el legado que se vieron obligados a dejar en Siria.

Mientras que en Siria tardaron décadas en registrar su empresa debido a la corrupción gubernamental, en Canadá sólo tardaron unas semanas, y a partir de ahí comenzó el camino del éxito a todos los niveles.

“Nuestro proyecto no empezó por una razón puramente económica, ni tampoco por un fin puramente humanitario. Combinaba las dos cosas. Por eso lo llamamos Peace by Chocolate. Muchas empresas de todo el mundo buscan obtener beneficios, pero nuestro objetivo era apoyar a la comunidad y, al mismo tiempo, intentar que la empresa creciera hasta convertirse en una de las mayores de Canadá”.

Esta comunidad nos devolvió la fe en la humanidad

“Los canadienses trabajan juntos”

Pocos meses después de la inauguración de Peace by Chocolate en 2016, los incendios forestales arrasaron Fort McMurray, en Alberta. Tareq cuenta que su familia veía las noticias y veía cómo los canadienses “lo perdían todo” al incendiarse sus casas y se veían obligados a buscar refugio en los albergues de la Cruz Roja canadiense.

“Los canadienses siempre se unen, así que sentimos la responsabilidad de devolver algo a la gente que nos acogió con tanta calidez y amabilidad. Empezamos una campaña de recaudación de fondos y donamos los beneficios de nuestra empresa, que en aquel momento era sólo una startup, para ayudar a las organizaciones de socorro”.

En septiembre de ese año, en la Cumbre de Líderes sobre los Refugiados de las Naciones Unidas, celebrada en Nueva York, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, destacó la historia de la familia y su contribución a los esfuerzos de socorro en su nuevo país pocos meses después de su llegada.

Desde entonces, su empresa ha recaudado más de 655.000 dólares para apoyar proyectos de ayuda en todo Canadá, y ahora tienen 11 acuerdos de colaboración con organizaciones como la Cruz Roja Canadiense, que es su principal socio.

“Gracias al apoyo de la comunidad de Antigonish y del país en su conjunto, hemos podido hacer crecer nuestra empresa y hemos pagado decenas de millones en impuestos para devolverlos a la economía canadiense”, afirma Tareq. “La amabilidad es rentable, y la mejor inversión que puedes hacer es ser amable con los demás”.

Peace by Chocolate, de la que Isam es presidente y Tareq consejero delegado, es el tercer mayor empleador de Antigonish, donde se encuentran la sede de la empresa y la fábrica. Tiene una sucursal en Halifax, la capital de Nueva Escocia, y sus productos se venden en más de mil tiendas de todo Canadá.

Tareq afirma que su sitio web se ha convertido en la mayor plataforma de comercio electrónico de toda la región atlántica del país, y ahora aspira a convertirse en el mayor exportador de chocolate de Canadá, y a abrir sucursales en Estados Unidos, Japón y Oriente Próximo.

Tareq y su padre Isam se reúnen por primera vez con el primer ministro Justin Trudeau.

“Bienvenidos a Canadá”

A pesar de las grandes diferencias que separan a la familia de su nueva comunidad, lo que les unió fue “mucho más fuerte”, y nunca se sintieron marginados en ningún momento, ni que fueran un obstáculo para formar parte de esa comunidad.

Tareq afirmó que toda historia de éxito de refugiados o emigrantes tiene dos caras. Por supuesto, la comunidad de acogida debe desempeñar un papel importante, pero “la responsabilidad principal recae sobre todo en el migrante o refugiado”.

Nadie va a llamar a tu puerta para preguntarte por tu historia o tus ambiciones de futuro. El primer paso siempre lo da el propio migrante o refugiado para contar su historia. Y eso es exactamente lo que yo hice. Pocos días después de llegar a Antigonish, hice una entrevista para el periódico local, y al día siguiente vi mi foto en primera página. Todo el mundo me saludaba por la calle, y lo único que oí de ellos fueron tres palabras: Bienvenido a Canadá. Aunque en aquella época también había mucha oposición a la llegada de refugiados sirios”.

Tareq empezó a dar a conocer a la sociedad canadiense la historia de su familia por todos los medios a su alcance. La Corporación Canadiense de Radiodifusión envió a su corresponsal a casa de la familia todos los meses para hacer un seguimiento de su integración y, un año después, publicó un artículo titulado: “Cómo la familia Hadhad pasó de refugiada a empleadora en un año”.

Sentimiento de pertenencia

Además de la calurosa acogida de los propios canadienses, la estabilidad fue un factor importante para la integración de la familia en su nueva comunidad.

Tareq dijo que a su familia se le concedió la residencia permanente a su llegada al país. Y añadió: “Lo que Canadá también nos dio fue ambición de sostenibilidad. Puedes pensar a 10 o 20 años vista, o incluso para el resto de tu vida. Puedes construir proyectos y planificar. En muchos países, como refugiado, nunca puedes planificar. No puedes pensar más allá de una hora, una semana o un mes porque tu situación siempre es temporal. Canadá nos dio un sentimiento de pertenencia y ciudadanía, incluso antes de convertirnos en ciudadanos canadienses

Siento el mayor respeto por la marca Canadá y por lo que representa. Independientemente de lo que hagan los políticos, las personas o los economistas, estoy orgulloso de pertenecer a este gran país y de ser hoy ciudadano canadiense”.

Tariq Haddad con su familia y amigos en Halifax, Nueva Escocia, para su ceremonia de ciudadanía en enero de 2020.

“Más que un milagro”

Tras más de 13 años de guerra, destrucción y desplazamientos, Tareq describió la caída del régimen de Assad como “más que un milagro”. Muchos sirios habían perdido la esperanza de librarse del régimen opresor que había aterrorizado al país durante más de 50 años.

Afirmó que el futuro de Siria le parece “muy brillante”, gracias a los esfuerzos de su heroico pueblo, que se negó a abandonar Siria, y a los que buscaron refugio en otras comunidades del mundo y establecieron allí sólidas relaciones.

“Mi ciudad, Damasco, es la más antigua del mundo. Ha sobrevivido a desastres mucho mayores que lo que le ha ocurrido en los últimos 50 años”, afirmó. “Si Dios quiere, estamos en vías de recuperación, y tengo la firme convicción de que el pueblo sirio superará todas las dificultades de la guerra y construirá un país del que todos podamos sentirnos orgullosos”.

Tras 12 años en el exilio, Tareq está deseando visitar pronto el país para reunirse con los seres queridos que dejó atrás, incluida una de sus hermanas.

“Siempre solía decir a mis amigos migrantes aquí en Canadá que pueden visitar su tierra natal siempre que quieran, pero esta opción no estaba disponible para mí antes del 8 de diciembre de 2024. Estoy muy orgulloso de los esfuerzos de los sirios que se deshicieron de uno de los regímenes más terribles de la tierra. Espero que puedan convertir todo el dolor de la guerra en esperanza, y que Siria pueda recuperar de nuevo su estatus y su esplendor”.

Orgullo y deber

Tareq subrayó que apoyar a la comunidad canadiense era un deber de retribución a la comunidad que les acogió en su hora de necesidad, y ahora es el momento de cumplir esta obligación moral en su primera patria, Siria.

“Es un honor para nosotros contribuir a reconstruirla de nuevo y apoyar a nuestro pueblo sirio”, afirmó.

Señaló que Peace by Chocolate está trabajando para que la concesión de licencias en Oriente Medio se acerque a Siria, y para recaudar donativos a través de sus ventas para apoyar a las organizaciones de ayuda en el país, así como a las que apoyan el retorno de los refugiados sirios desde los países vecinos. Añadió que se está intentando conectar a la comunidad sirio-canadiense presentando modelos de proyectos en Siria que pueda apoyar.

La familia Hadhad y muchos seguidores se unen a ellos en la inauguración de su fábrica en Antigonish en 2017.

Crear un final feliz

En un mensaje dirigido a las personas que afrontan dificultades y se ven obligadas a abandonar su patria, Tareq subrayó que “creer en los valores, en uno mismo y en un futuro brillante es muy importante, pero lo que es más importante es luchar contra la desesperación en todas sus formas”.

Y añadió: “Aconsejo a cualquiera en cualquier parte del mundo que busque una oportunidad: si no la encuentras, créala tú mismo. Mientras seamos capaces de continuar nuestras vidas, podremos crear nuevas oportunidades para nosotros mismos y para nuestras nuevas comunidades. No debemos olvidar devolver a los países que nos abrieron sus puertas, y al mismo tiempo estar orgullosos de dónde venimos, porque en última instancia somos embajadores de nuestra cultura, nuestros países y nuestros valores”.

Recordó una cita de la escritora Mary Robinson, en la que dice: “Nadie puede volver atrás y empezar un nuevo comienzo, pero cualquiera puede empezar hoy y hacer un nuevo final”.

Source of original article: United Nations (news.un.org). Photo credit: UN. The content of this article does not necessarily reflect the views or opinion of Global Diaspora News (www.globaldiasporanews.net).

To submit your press release: (https://www.globaldiasporanews.com/pr).

To advertise on Global Diaspora News: (www.globaldiasporanews.com/ads).

Sign up to Global Diaspora News newsletter (https://www.globaldiasporanews.com/newsletter/) to start receiving updates and opportunities directly in your email inbox for free.