Louise Wateridge, la oficial líder de Emergencias de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) ha participado habitualmente con las emisoras internacionales, describiendo de forma vívida las horribles condiciones que enfrentan los residentes de Gaza desde octubre de 2023.
En este artículo escrito exclusivamente para Noticias ONU, Louise Wateridge rinde homenaje a la valentía de sus colegas y a la resiliencia de quienes están atrapados en ese territorio palestino asediado.
“Mi equipo, mis amigos, son la razón por la que estoy donde estoy hoy.
Esto, inevitablemente, se convertirá en un homenaje a ellos, pero también a la Gaza que tuve la suerte de conocer. Aquellos que han conocido Gaza entenderán exactamente a qué me refiero. La Gaza que existía antes… antes de la devastación inimaginable que ahora eclipsa su memoria.
Los primeros meses de esta brutal guerra fueron un borrón de notas de voz emotivas de amigos que se despedían, pensando que no sobrevivirían a la noche. A estos intercambios desesperados les siguió un silencio agonizante. Las palabras de Mona todavía me persiguen: “Si no nos volvemos a encontrar, recuérdame. Recuerda a mi hijo”. La gente luchaba por sobrevivir, sin conexión no sólo entre sí y con sus familias, sino también con el mundo exterior, que buscaba noticias y redes sociales con actualizaciones.
La hija de Mohammed, Sama, nació el 31 de octubre de 2023 en la ciudad de Gaza. Las ambulancias estaban desbordadas para atender a las víctimas de los bombardeos, y él tuvo que evadir los ataques para llevar a su esposa a un hospital donde dio a luz rodeada de muerte. Unas semanas después, la hija de cuatro años de mi colega, Salma, recibió un disparo de las fuerzas israelíes en el cuello cuando la familia intentaba huir de la ciudad de Gaza. Murió en sus brazos, en la calle. El dolor está grabado permanentemente en su rostro.
“Nos están disparando en el patio”
A principios de este año, perdimos el contacto con Hussein durante una semana, cuando las instalaciones de la ONU en las que se refugiaba su familia fueron asediadas, rodeadas por tanques, atrapando a más de 40.000 personas en su interior. El último mensaje que recibimos de él: “Nos están disparando en el patio”. Se negó el acceso a las ambulancias y a los equipos de emergencia. Cuando finalmente pudimos comunicarnos con él de nuevo, estaba enterrando los cuerpos de los muertos, incluidos niños, en el patio.
Algunas de las imágenes más impactantes de esta guerra las tomó mi colega Abdallah. En febrero, Abdallah fue alcanzado por un ataque mientras documentaba la situación en el norte de Gaza. Un sábado por la tarde, nos informaron que había muerto. Recuerdo vívidamente cómo se me escapaba el aire de los pulmones y no podía volver a llenarlos. El lunes, alguien había encontrado a Abdallah en un hospital, vivo, con ambas piernas amputadas. Poco después, perdimos el contacto con él durante catorce largos días, mientras los médicos luchaban por mantenerlo con vida en Al-Shifa, ya que todo el hospital estaba bajo asedio israelí. Milagrosamente, después de cuatro intentos, la ONU finalmente lo contactó.
Y luego llegó abril. Finalmente me permitieron entrar a Gaza, por primera vez desde que comenzó la guerra. El primer lugar que visité fue un hospital de campaña en Rafah, donde a Abdallah apenas lo mantenían con vida. Era una tienda de campaña en la arena. Los médicos nos informaron que sólo le quedaban unos días de vida, porque no tenían el equipo ni los medicamentos necesarios para seguir tratándolo. Mis dos colegas con tipos de sangre compatibles donaron su sangre en el lugar para mantenerlo con vida. Dos largos meses después de ser atacado, se aprobó la evacuación médica de Abdallah, apenas unos días antes de que se cerrara permanentemente el cruce de Rafah. Hasta el día de hoy, es difícil creer que haya sobrevivido.
En mayo, todo se desmoronó ante nuestros ojos. La alegría que compartimos por reunirnos y el alivio de que Abdallah estuviera a salvo duraron poco, ya que comenzaron las incursiones militares en Rafah. Era caos, pánico y terror. Me quedé atónita al presenciar en primera persona cómo más de un millón de personas eran desplazadas a la fuerza de una zona confinada en cuestión de días. Una de las primeras personas que conocí que huyó de Rafah fue Jamal. Siguió las instrucciones de las notas de evacuación forzada que cayeron del cielo y trasladó a su familia a Deir al Balah. Esa misma noche, murió en un ataque israelí mientras dormía con su familia.
¿El mundo sigue atento?
Una de las últimas personas que conocí que huyó de Rafah fue Mohamed. Tenía un miedo profundo y no expresado y negaba lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor. Ecos de “pero ¿adónde vamos?” llenaban cada mirada ansiosa y cada conversación. Mohamed se quedó hasta esa noche –la noche en que el cuerpo de un niño sin cabeza fue sacado de una tienda de campaña incendiada después de un ataque israelí– tristemente célebre porque las imágenes circularon por todo el mundo. Todos los ojos puestos en Rafah, dijeron. Afuera, parecía que nadie sabía o entendía que esto sucedía todas las noches… pero las imágenes no siempre salen de las pesadillas de la gente para reproducirse en los medios de comunicación del mundo. Los gritos de los niños quemándose vivos e indefensos alrededor de Mohamed todavía se reproducen en su cabeza todas las noches.
Si has leído hasta aquí, entonces sabrás por qué estoy en Gaza. Entenderás por qué mi vida ha estado en suspenso, para hacer lo que puedo para pasar tiempo con mis amigos e informar sobre los horrores continuos que han envuelto sus vidas. Informar sobre las familias que nos gritan desesperadas, desesperadas por obtener información sobre sus seres queridos que han estado detenidos durante meses.
Informar sobre los cuerpos de personas que vemos alrededor de los puestos de control, abandonados a su suerte por jaurías de perros. Informar sobre niños pequeños en hospitales a los que les faltan miembros tras los ataques en las “zonas humanitarias”. El hermano de Mona, asesinado. La hija de Hussein, asesinada. El primo de Rajaa, asesinado. ¿Sabes si están muertos? Porque nosotros no. Aquí, se considera que tiene suerte quien sabe si de verdad están vivas sus familias.
Los periodistas (palestinos -Israel impide la entrada de reporteros internacionales) en el terreno, arriesgan la vida y la integridad física todos los días para mostrar al mundo los horrores que consumen a sus amigos, sus familias, sus vecinos. ¿Sigue atento el mundo? ¿Todos los que están fuera se cansaron ya de oír hablar de niños asesinados de todas las formas posibles: asesinados por ataques, asesinados enterrados bajo escombros, asesinados por desnutrición, asesinados por los bombardeos de los hospitales, asesinados por las incubadoras que se apagan sin electricidad, asesinados simplemente por existir? Más de dos millones de personas están atrapadas. No pueden escapar.
No hay salida. Una sociedad entera se ha convertido en un cementerio, pero nadie ha tenido el lujo de llorar, porque tiene que sobrevivir. Comida, agua, atención médica, seguridad… ¿Cómo es posible que estemos terminando otro año y que se les siga privando de aliviar necesidades tan básicas?
En mi caso, nunca olvidaré cuando le canté feliz cumpleaños a la pequeña Sama, que ahora tiene un año, todos unidos en su determinación de ser más ruidosos que las bombas que caían a nuestro alrededor, sacudiendo el suelo en el que nos encontrábamos. Su vida entera, consumida y definida por la brutalidad de la guerra”.
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Source of original article: United Nations (news.un.org). Photo credit: UN. The content of this article does not necessarily reflect the views or opinion of Global Diaspora News (www.globaldiasporanews.net).
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