El 24 de febrero de 2022, millones de personas en Ucrania se despertaron con el sonido de explosiones. Para algunos, las explosiones estaban tan cerca que parecía que la guerra había empezado justo delante de sus ventanas. Han pasado tres años, pero Ucrania sigue sufriendo ataques casi a diario.
El personal de la ONU en Ucrania está viviendo esta guerra junto con el resto de la población, y su capacidad para ayudar a los demás se ha convertido en una especie de salvavidas en estos tiempos difíciles.
Aquella mañana de febrero de 2022
“Este día, 24 de febrero de 2022, no es fácil de recordar”, dice Natalia Datchenko, miembro del personal del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) Ucrania. A través de una videollamada desde Kiev con Noticias ONU, se esfuerza por contener las lágrimas mientras recuerda su trabajo durante los últimos tres años. “He intentado no llorar, pero no puedo evitarlo. Me alegro de tener pañuelos a mano”, admite.
Curiosamente, junto a la conmoción y la rabia de aquella trágica mañana, Natalia sintió también una oleada de energía. “Supe, con absoluta claridad, que quería ayudar a los demás, proteger a la gente. Sabía que tenía que hacer algo”, nos cuenta.
A medida que la guerra se afianzaba, la dirección de UNICEF dio instrucciones al personal para que diera prioridad a su propia seguridad y a la de sus familias antes de reanudar su trabajo. Natalia fue evacuada a Lviv con su familia.
“Éramos doce personas hacinadas en un pequeño compartimento de tren. Yo llevaba en brazos al hijo de otra persona porque no había sitio para que se sentaran. El tren avanzaba despacio para evitar los bombardeos. Cuando por fin llegamos, vimos familias con niños sentados directamente en el frío suelo de piedra de la estación de Lviv. Era febrero y hacía mucho frío”, recuerda Natalia.
Lyudmyla Kovalchuk, empleada de la oficina de ONU Mujeres en Ucrania, vivía cerca del aeropuerto de Kiev, uno de los primeros objetivos de la guerra.
“Nos despertábamos a las cinco de la mañana con el ruido de las explosiones. Fue impactante. Aunque habíamos oído advertencias de una invasión inminente, no podíamos creer que realmente estuviera ocurriendo”, dice Lyudmyla.
La vida sigue
Después de tres años, Lyudmyla reconoce que ha llegado el agotamiento, pero la vida y el trabajo continúan. Las mujeres ucranianas necesitan el apoyo de la ONU: psicológico, jurídico, logístico y financiero. Muchas mujeres ucranianas crían solas a sus hijos, buscan nuevos trabajos para mantener a sus familias y se desplazan constantemente para mantenerlas a salvo de la guerra.
“Unas 70.000 mujeres ucranianas sirven y trabajan en el ejército”, señala. “Este grupo tiene necesidades únicas que requieren un apoyo específico”.
“Nos hemos adaptado a trabajar en nuevas condiciones. Siempre que planeamos una reunión, comprobamos si hay un refugio cerca por si se produce un ataque. No planeamos actos largos, ya que el riesgo de bombardeo aumenta cuanto más tiempo permanecemos en un mismo lugar. Durante la pandemia aprendimos a trabajar en un formato híbrido, y esa experiencia ha sido muy valiosa”, explica Lyudmyla.
Anastasia Kalashnyk, otra empleada de ONU Mujeres, vivía en Zaporizhzhia. Hace dos años se trasladó a Kiev con su familia.
“Después del 24 de febrero de 2022, mis hijos dejaron de ir a la guardería y a la escuela, y mi marido perdió su trabajo: la empresa para la que trabajaba cerró inmediatamente sus operaciones y abandonó el país”, recuerda.
Sin embargo, la carga de trabajo de Anastasia aumentó considerablemente como personal de ONU Mujeres. Desde 2017, es responsable del trabajo con las autoridades locales y de la ayuda de emergencia proporcionada por ONU Mujeres en Ucrania, centrándose en las mujeres de las regiones de Zaporizhzhia, Luhansk y Donetsk. Después de 2022, muchas de estas mujeres se vieron obligadas a huir de sus hogares.
“Mirando hacia atrás, lo más duro fue escuchar sus historias -mujeres que conocía desde hacía años- sobre cómo escaparon de los territorios ocupados y qué pasó con sus maridos que habían ido a la guerra”, dice Anastasia.
Para estas y otras mujeres ucranianas necesitadas, ONU Mujeres, en colaboración con ONGs locales, ha establecido los llamados “espacios seguros para mujeres”. Estos centros proporcionan un apoyo esencial, permitiendo a las mujeres y a sus familias conectarse, compartir experiencias y sanar.
“Vi cómo Elena, una de las mujeres que acudió al centro, volvía literalmente a la vida después de haber sufrido un trauma. Empezó a sonreír de nuevo. Ahora, Elena es una de las activistas del centro y ayuda a otras”, nos cuenta una trabajadora de la ONU.
El coste de la guerra
Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), hasta febrero de 2025 se había confirmado la muerte de más de 12.600 civiles y más de 29.000 heridos. Entre las víctimas hay al menos 2400 niños.
Millones de personas viven con un miedo constante, mientras que aquellos en los territorios ocupados se enfrentan a graves restricciones y a un acceso limitado a la ayuda humanitaria.
“Toda una generación de ucranianos está creciendo en tiempos de guerra”, señala la OCHA. “Los incesantes ataques a las infraestructuras están agravando la crisis. Más del 10% de las viviendas de Ucrania han sido dañadas o destruidas, dejando al menos a dos millones de familias sin un refugio adecuado. Más de 3600 escuelas y universidades han sido atacadas, obligando a cientos de miles de niños a aprender a distancia”.
Las repetidas huelgas en el sistema energético, tres inviernos seguidos, han dejado a las ciudades sin electricidad, calefacción y servicios esenciales en condiciones gélidas. Un total de 12,7 millones de personas necesitan ayuda humanitaria.
Esperanzas para el futuro
En medio de esta tragedia, ¿hay lugar para la esperanza? “Sí”, afirman firmemente las mujeres entrevistadas por Noticias ONU.
“Por supuesto, todo lo que ha pasado es agotador”, dice Anastasia. “Pero mis hijos me dan esperanzas de un futuro mejor. Lo que están pasando ahora es injusto. Tengo que ser fuerte, no sólo por ellos, sino por todas las familias ucranianas”.
También encuentra esperanza en la solidaridad mostrada por la ONU y otras organizaciones. “No abandonaron Ucrania. Se quedaron. Siguen ayudando y apoyando. No vinieron sólo un mes o dos, llevan años aquí. Y ahora hablan de reconstruir. Estas conversaciones sobre el futuro me dan confianza en que tenemos uno”, afirma Anastasia.
Natalia, de UNICEF, también habla de unidad y solidaridad. “Al principio, todos estábamos unidos por la rabia”, recuerda. “Compartíamos nuestras cargas. Compartíamos nuestro dolor. Estábamos furiosos. Pero la rabia ya no es la fuerza motriz. Ahora nos une el deseo de reconstruir lo destruido. Queremos restaurar nuestras comunidades, apoyar a las familias y reconstruir nuestro país, no como era, sino mejor. Dejar atrás el legado soviético y crear una nación verdaderamente nueva, construida sobre los derechos humanos”.
“Y mi trabajo me da esperanza”, continúa Natalia. “Tengo una oportunidad única de reevaluar viejos programas, crear otros nuevos, escuchar las voces de los más vulnerables, dirigir los recursos allí donde realmente se necesitan, y tender puentes entre distintos sectores para aunar lo mejor para los necesitados”.
Está agradecida a sus colegas de otros países que se quedaron para apoyar al pueblo ucraniano. “Creo que trabajar para UNICEF me ha ayudado a sobrevivir; sigue siendo mi estrategia de supervivencia”, añade pensativa.
Una estrategia de supervivencia
Natalia también encuentra consuelo en la cultura. “Busco inspiración y motivación en la belleza que aún existe en Ucrania: nuestros museos están abiertos, hay conciertos, suena la música. Para muchos, la cultura es una estrategia de supervivencia”, afirma.
Hoy, muchos ucranianos buscan sus propias “estrategias de supervivencia”. “Uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos en nuestro trabajo es la carga psicológica, no sólo para mantenernos a nosotros mismos, sino también a nuestros colegas”, explica Lyudmyla.
“Hace poco desapareció el hermano de uno de nuestros compañeros. A veces es increíblemente difícil encontrar las palabras de consuelo adecuadas, y sin embargo trabajamos con personas -mujeres y niñas afectadas por la guerra- que necesitan nuestro apoyo”.
“Tenemos que ser más fuertes”
“Pero, por otro lado, cuando te enfrentas a una tragedia tras otra, a una crisis tras otra, empiezas a sentirte más fuerte y con más experiencia. Hay un dicho: ‘Lo que no nos mata nos hace más fuertes’”, continúa Lyudmyla.
Luego, con una sonrisa triste, añade: “Quizá sea verdad. Pero siempre digo que ojalá no hubiera tenido la experiencia que tengo ahora. Aun así, no tuve elección. Esta experiencia me toca a mí”.
Source of original article: United Nations (news.un.org). Photo credit: UN. The content of this article does not necessarily reflect the views or opinion of Global Diaspora News (www.globaldiasporanews.net).
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