En este artículo, el director Regional para Oriente Medio y Norte de África de la Organización Internacional del Trabajo, cuenta la realidad que viven millones de yemeníes en un mundo que parece haberse olvidado de ellos. Por su interés, Noticias ONU reproduce el artículo en su integridad a continuación.
Diez años. Ese es el tiempo que los yemeníes llevan dejando sus vidas en suspenso: por los ataques aéreos, por el hambre, por las pérdidas. Una década de guerra ha dejado la infraestructura de Yemen en ruinas y a su gente exhausta. Y, sin embargo, al comenzar el undécimo año, el mundo parece no darse cuenta de la difícil situación de Yemen.
En la actualidad, cerca de 20 millones de personas en Yemen dependen de la ayuda para sobrevivir. Casi cinco millones siguen desplazados, empujados de un lugar a otro por la violencia o el desastre. La comunidad internacional, antaño conmovida por las sobrecogedoras imágenes de guerra y sufrimiento, ha cambiado su enfoque hacia nuevas emergencias. Pero para quienes trabajan en Yemen -y para quienes viven esta crisis cada día- la historia está lejos de haber terminado.
Nadie siente esta realidad más profundamente que nuestros colegas yemeníes, que han permanecido en sus puestos a pesar de todo para ayudar a su propio pueblo. Muchos han trabajado a pesar de los ataques aéreos, la inestabilidad y las pérdidas, mientras se preocupaban por la seguridad de sus familias. Ahora, con el aumento de las tensiones y los crecientes recortes de fondos, temen también por sus puestos de trabajo. A diferencia de la mayoría de nosotros, no tienen la opción de volver a empezar. No pueden confiar en sus ahorros ni en otras oportunidades: su pasaporte determina a menudo hasta dónde puede llegar su futuro.
Recordar a los que están detrás de las estadísticas
Esta es la realidad cotidiana de un país que, con demasiada frecuencia, se reduce a titulares sobre la guerra. Pero Yemen es mucho más que una zona en crisis. Es un lugar de paisajes impresionantes, ciudades antiguas, ricas tradiciones, cálida hospitalidad y el tipo de comida que permanece en la memoria mucho tiempo después de haberse marchado. Pero éstas no son las historias que aparecen en los titulares. En cambio, a los yemeníes sólo se les ve a través de la lente del conflicto y la pobreza. Es hora de que recordemos a las personas que hay detrás de las estadísticas.
Como Basma, una madre de Al Hodeidah, que se vio obligada a huir con sus hijos a Al Makha en busca de seguridad y agua. Solía caminar durante horas todos los días sólo para llenar unos cuantos bidones. Una vez, su hijo menor se desmayó de sed mientras esperaba en medio del calor. Durante años, el agua potable fue un sueño hasta que un proyecto de abastecimiento de agua recientemente finalizado trajo por fin algo de alivio a su aldea.
O Ibrahim, un hombre de 70 años desplazado por las fuertes inundaciones en Ma’rib. Cuando las aguas arrasaron el asentamiento, cargó a la espalda a su hijo adulto, que vive con una discapacidad, para ponerlo a salvo. Lo perdieron todo: su refugio, sus pertenencias y su sensación de estabilidad, pero Ibrahim nunca se quejó. Sólo se preocupó de encontrar ayuda para su hijo. Ahora viven en una tienda provisional expuestos a la intemperie, dependiendo de una ayuda que puede no llegar a tiempo o no llegar en absoluto.
O Mohammed, un joven etíope que cruzó desiertos y zonas de conflicto con la única esperanza de alcanzar una vida mejor. Nunca llegó al Golfo. En lugar de ello, se encontró varado en Yemen, detenido, golpeado y sin comida ni cobijo. Cuando llegó al Punto de Respuesta para los Migrantes de la OIM, estaba débil, traumatizado y desesperado por volver a casa. La única opción que le quedaba era inscribirse para el retorno voluntario, un viaje a casa que muchos otros nunca llegan a emprender.
Solidaridad en lugar de compasión
Estos son sólo tres de los millones de vidas atrapadas en los márgenes de esta prolongada crisis. Uno de los países más pobres del mundo árabe se está empobreciendo, no por culpa de su gente, sino porque el mundo le está dando lentamente la espalda. Esta guerra no empezó ayer, pero sus consecuencias son cada día más graves. Los yemeníes no tienen la culpa de lo que ocurre en el mundo y, sin embargo, soportan el peso de todo ello. No necesitan nuestra compasión, sino nuestra solidaridad. Que este sea el año en que convirtamos la empatía en acción.
Mientras la comunidad internacional se reúne en conferencias, hace promesas y establece prioridades, Yemen no debe quedarse atrás. Los yemeníes no son sólo víctimas. Son supervivientes, cuidadores, constructores, maestros, madres, padres y niños con esperanzas y ambiciones como cualquier otra persona. Pero las palabras por sí solas no mantendrán a la gente a salvo, alimentada o protegida. No dejemos que estas conversaciones se queden sólo en palabras: Yemen necesita acción. Mirar hacia otro lado ahora no sería sólo un fracaso de la diplomacia, sería un fracaso de la humanidad.
Source of original article: United Nations (news.un.org). Photo credit: UN. The content of this article does not necessarily reflect the views or opinion of Global Diaspora News (www.globaldiasporanews.net).
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